Además de afectar nuestro sueño, la disrupción de nuestros ritmos circadianos puede tener consecuencias metabólicas. Investigaciones recientes sugieren que la exposición a la luz artificial durante la noche puede alterar la regulación de la glucosa y la sensibilidad a la insulina, lo que aumenta el riesgo de desarrollar resistencia a la insulina y diabetes tipo 2. Esto puede estar relacionado con el hecho de que la falta de un sueño reparador puede desregular los ritmos circadianos, lo que a su vez puede conducir a un aumento de peso no deseado.

Un estudio de la Universidad de Harvard encontró que la alteración de los ritmos circadianos estaba asociada con un mayor riesgo de obesidad y enfermedades metabólicas.  (Leer el estudio cientifico)

Recientemente se ha demostrado que una reducción de la duración del sueño a 4 horas durante dos noches consecutivas disminuye los niveles de leptina circulante y aumenta los niveles de grelina, así como el hambre autoinformada. En otras palabras, dormir poco produce un aumento en la hormona que estimula el apetito y disminuye la hormona que nos da saciedad. Por esta razón es que nos encontramos a merced de atacar vorazmente alimentos ultraprocesados cuando llegamos a nuestros puestos de trabajo. ¡Nuestros cerebros están hambrientos de combustible!

En otro estudio dirigido por los doctores Erin Hanlon y Eve Van Cauter de la Universidad de Chicago querían entender mejor cómo el sueño y el aumento de peso interactúan biológicamente. Se dieron cuenta de que la privación del sueño tiene efectos en el cuerpo similares a la activación del sistema endocannabinoide (eCB), un actor clave en la regulación del apetito y los niveles de energía del cerebro.